Hotel Consolación, un finde en la naturaleza de Monroyo

Para cuando quieres desconectar del asfalto y conectar con la naturaleza

Quién no ha tenido la tentación y el anhelo de alejarse de la ciudad y desconectar. Pero a dónde te vas. Nosotros (creo) dimos con EL SITIO: Hotel Consolación. Ojo porque es un lugar que cumple a la perfección con las premisas pero que merece la pena si tienes un fin de semana largo o enlazas varios días festivos.

Entrada al Hotel Consolación

Nosotros dimos con la excusa perfecta, aprovechando la celebración de nuestros cumpleaños y la bienvenida de Carballo al selecto club de los treinta, para perdernos por una zona donde confluyen tres comunidades autónomas con características similares y únicas. Entre montes de pino y carrasca, a escasos kilómetros de Monroyo (en el Aragón catalanófono, en la comarca de Matarraña de Teruel),  en medio casi de la nada, entre aragoneses, valencianos y catalanes, allí está Hotel Consolación. Si Teruel existe, la comarca de Matarraña merece tomar ese camino de popularidad. Había una mezcla de la tradición cultural y gastronómica de las tres comunidades y sus lenguas, castellano, valenciano y catalán, que yo diría que elevan esta escapada otoñal al top 5 de mis favoritas.

ermita hotel consolación monroyo

Hotel Consolación tiene alma rural y mucho encanto

La historia de Hotel Consolación me pareció que está íntimamente ligada a la de Monroyo. Un pueblo aragonés pequeño que se alza junto a un cerro rocoso, al rededor de los restos de un antiguo castillo árabe que hoy resulta ser un solar y es fácil de identificar porque es donde se puede ver una torre del reloj. El santuario de Nuestra Señora de la Consolación, una ermita del siglo XVI situada a las afueras, es el ‘cimiento’ de Hotel Consolación. Construido junto a la ermita aprovechando la infraestructura de la casa del cura, las cuadras… hoy es un hotel peculiar por aunar tradición, modernidad, confort y peculiaridad.

Hotel Consolacion en Monroyo

Sólo tiene 12 habitaciones. Dos de ellas ocupan el primer piso de la antigua vivienda del cura, tematizadas con estilo nórdico y barroco, y el resto son cubos individuales, de madera, con diferentes orientaciones, espacio suficiente entre unos y otros, colocados sobre un acantilado para sentirte en contacto con la naturaleza.

Nosotros nos alojamos en la habitación Nórdica, una de las de la casa del cura, pero dar un paseo por los alrededores en ese jardín natural de romero y tomillo: dan ganas de quedarte a vivir allí.

cama nordica hotel consolacion

Por desgracia no pudimos ver el interior de las habitaciones con forma de cubo que hay en medio de la naturaleza. En Instagram las fotos de otros huéspedes dan auténtica envidia, pero nada que desmerezca a la habitación Nórdica. Amplitud y armonía con tonos suaves, la disposición de la cama, el mobiliario, las lámparas de diseño colgando, las ventanas con vistas espectaculares, una chimenea con todo listo para encenderla… ¡No podemos quejarnos!

Cubos del Hotel Consolación

Los cubos del Hotel Consolación. Foto: Nebulosa Gráfica.

Hay otras estancias que nos llamaron la atención como una extraña recepción camuflada en un armario metalizado, el Lobby Bar a medio camino de sala de descanso y pasillo o la cocina abierta a modo de pasillo para llegar hasta el comedor, nos encantó la pequeña biblioteca con chimenea y con un Chester de piel desgastada en el que te pasarías horas leyendo. Y aunque en otoño no es el momento adecuado para disfrutarlos, por los alrededores del hotel hay un montón de sillones y mesas perfectos para cuando las noches de verano se alargan. ¡Incluso había braseros por todos lados para hacer fuego!

En el exterior hay una piscina con vistas al acantilado, mesa de pin pon y áreas de descanso con sillones. Sin menospreciar a las fotos que hicimos, en este link a la página oficial podéis verlo todo más en detalle.

Piscina y sofás en el Hotel Consolación

¿Y para comer por la zona?

Desde Valencia, tras unas 2h30 en coche, llegamos a medio día justo para la hora de comer. No conocíamos la zona y nos informaron de diferentes sitios donde se podía comer bien y cerca de Monroyo. ¡Qué no es fácil! Porque el siguiente pueblo estaba a unos 20 min en coche. Así que tras ver la carta del hotel pensamos que la mejor opción sería comer en Monroyo y reservar para cenar en Consolación Hotel.

Cotejamos en varias reseñas en Internet que la Posada de Guadalupe, cerca de la entrada a Monroyo, se comía de fábula y a un precio razonable. Tanto que por 17€/persona de menú entraban unos entrantes, primer plato y segundo.

Entrada a la Posada Guadalupe

Carballo se lanzó al ruedo probando la ‘Olleta de Capellá‘, un cocido contundente perfecto para el otoño invierno y típico en la zona con: alubias, patatas, pencas de cardo, oreja y manitas de cerdo, longaniza, panceta, morcilla y chorizo. Ya puedes ir con buen saque porque hubo momentos en que Carballo pensaba que no se lo terminaba. Y, créeme, jamás pensé que le oiría decir eso.  Yo opté por una sopa de ajo casera. Parece simple pero el truco está en que en cada casa, zona, Comunidad Autónoma, un plato tan sencillo y simple se hace como cada uno entiende. ¡Y este me supo a gloria! Además nos atendieron los dueños del negocio, una familia encantadora, que no sólo te servían sino que te contaban qué era cada plato, la peculiaridad que tenía por la zona, aconsejarte en los vinos, y, por supuesto, acercarse para saber qué tal estaba todo.

Es una zona de buen comer porque para la cena quedamos tan encantados como en la comida. La cena la reservamos en el hotel cuya cocina está basada en sabores tradicionales de la zona y cambia según la estación del año en la que te alojes. Es simplemente genial. Nada más sentarte en una mesa corredera con bancada, te sirven un pequeño mojito dulce y riquísimo para ir abriendo boca. De su carta que es un festín de productos y combinaciones, decidimos compartir una Terrina de foie-gras con yogur, pan de especias y chuntney de fruta de la zona y cada uno elegir un plato principal.

Carballo se decantó por el Magret de pato con zanahorias especiadas (puedo aseguraros que estaba de diez, no pude resistirme a robarle un poquito) y a mi me llamo la atención el Mar y montaña de gamas de la costa y pollo de corral con ensalada de ansiados. Es curioso porque mi plato hubiera sido más lógico que lo pidiera Carballo pero aquella noche se tornaros los gustos y ambos terminamos muy satisfechos. Espectacular.

En realidad, estoy segura que todo lo que ponía en la carta estaba de lujo. ¡Ah! Y para el postre yo quería la tabla de quesos artesanos de la zona con mermelada de fruta pero con al final nos animamos con el bizcocho de cacao al vapor con caramelo y albaricoque del cual nos sorprendimos porque no teníamos muy claro cómo estaría integrado el caramelo o si el albaricoque sería en formato mermelada. Y, sorpresa, el albaricoque venía en forma de helado y el caramelo en forma de láminas. DE-LI-CIO-SO.

Cómo llegar al Hotel Consolación en Monroyo

Nosotros fuimos al Hotel Consolación desde Valencia, es decir por el sur. Llegamos a Monroyo por la N-232 y realmente es necesario pasar el casco urbano ya que el hotel está a las afueras. A apenas un kilómetro veremos un edificio secadero de jamones. Parece que la salida de la carretera nacional hacia él es su propia entrada pero a la izquierda del secadero veremos un camino, ni siquiera está asfaltado pero al fondo está la ermita y el Hotel Consolación.

Monroyo y su muela

panoramica desde la Muela de Monroyo

Cerca del Hotel Consolación hay bastantes cosas que ver, el pueblo de Monroyo (o Mont-roig) es precioso. Un pequeño enclave rural, de no más de 400 habitantes con una arquitectura austera y muy icónica. Es el típico pueblo en el que te esperas que rueden una película de época. Nosotros como teníamos otros planes así que paseamos un poco por la zona más antigua y subimos a la Muela de Monroyo que preside su horizonte con su silueta alargada de norte a sur y con 120 metros de largo y 17 de anchura con una superficie prácticamente plana.

Pilar en la Muela de Monroyo

Pilar es un alma libre…

Antiguamente allí había un castillo de origen musulmán, está comprobado que incluso el Cid se alojó en el Castillo de la Muela, cuyas defensas mandó a reforzar el rey Jaume I de Aragón (1208-1276) cuando conquistó toda la zona. Hoy en día del castillo no quedan casi ni los cimientos. Tras ser destruido sobre todo en las Guerras Carlistas queda poco más que algún muro y los restos de lo que fueron las estancias principales. Varios textos explicativos cuentan la historia, también la de la única torre de señales que allí queda y que se conserva porque se le instaló un reloj visible desde toda la población.

Tiempo de vendimia, setas, edredón blanco y paisajes marrón anaranjado. ¡Vivan las escapadas otoñales!