Es difícil conseguir que levantarse un día cerca de las 5AM en Las Vegas valga la pena pero ir al Gran Cañón del Colorado es, sin duda, una de ellas. Pasamos tres días en el estado de Nevada, llegamos por la noche desde San Francisco a Las Vegas y pasamos un día viendo la ciudad al siguiente salimos para ver el Gran Cañón del Colorado y el tercero lo pasamos en Las Vegas antes de partir hacia Orlando en nuestro viaje por USA 2015 y el día del Gran Cañón es, sin duda, uno de los que mejor recordaremos.

Gran Cañón del Colorado
Contratar un tour por el Gran Cañón
Para contratar el viaje hicimos una reserva por Internet. En nuestro caso nos salió por uno 85$ por persona en la Gran Canyon Tour Company el pack llamado Grand Canyon South Rim Tour, no encontramos nada más barato en las casetas de ofertas de Las Vegas y al preguntar precios el nuestro siempre era el más competitivo. Al reservar la visita al Gran Cañón se puede hacer en helicoptero, avioneta con o sin parada, autobus, limusina… lo que quieras, y cuanto más cómodo y corto se hace el viaje, más barato. La opción que nos interesó nos salió por unos 180$, un shuttle nos recogía en el hotel a las 6:15h y el viaje empezaba a las 7:30h desde la central de la compañía con hora prevista de vuelta sobre las 21h. Muy importante asegurarse de la hora a la que el shuttle parará en tu hotel porque está claro que puede distar mucho de la hora de inicio del viaje.
El South Rim es una de las partes más turísticas del Gran Cañón y el acceso a algunas de las vistas más espectaculares es muy fácil. Sin embargo el famoso Skywalk está en el North Rim aunque no nos importó perdérnoslo cuando consultamos el precio para entrar. Para vuestra información, South Rim y North Rim es básicamente ir a la parte sur o norte del Gran Cañón. En teoría el North Rim ofrece mejores vistas y está más cerca de otros puntos turísticos como el Death Valley pero también es el peor ubicado para ir desde Las Vegas en autobus.
Madrugón para ir al Gran Cañón del Colorado
Así que nos levantamos a las 5 o 5:30, nos dimos una ducha y nos hicimos un buen café antes de bajar a la parada de los shuttles. Allí había unas cuantas decenas de personas, algunas de nuestro operador, otras que no. En nuestro caso se retrasó un poquito, hasta el punto de que llamamos para informarnos sobre su llegada. Si te ocurre lo mismo no tengas ningún problema en llamar. De hecho, en nuestra misma reserva dejan bien claro que si el shuttle se retrasa más de 5 minutos llamemos a Atención al Cliente para preguntar. Por suerte, apareció en un tris y tras. Tardamos un segundo en revisar nuestras reservas y pasar lista pusimos marcha a la central de Gran Canyon Tour Company donde nos ofrecerían el desayuno incluido en el precio.
Desayuno y carretera
Al subir al shuttle camino a la estación de autobuses nos esperábamos exactamente eso, una estación de autobuses. Nada más allá, una caseta más bien enana en medio de un parking era nuestro destino, allí enseñamos nuestra reserva y nos dieron el ticket para subir al autobus, nos pegaron una pegatina con el color e identificación de nuestro autobús y el desayuno. Vale que compramos el viaje más barato pero la cosa podría haber sido mejor que café americano, leche envasada, un bollo industrial y una botella de agua. Que nos lo zampamos como agua de mayo, pero podría ser algo mucho mejor. Aún así, las ganas de empezar nos podían.
Seguro que sabes que Las Vegas está en medio de un desierto, así que nada más abandonar las construcciones sólo se ven en el horizonte montañas y un hilo de asfalto. Pocas no, poquísimas construcciones y menos aún algo parecido a bosques. Alguna planta sí había, no es que fuera un desierto cerrado, pero tras un rato viendo el paisaje es imposible no empezar a caer de sueño tras el madrugón. El paisaje no es que invite a estar todo el rato mirando por la ventana tras un rato haciendo fotos. Nada más empezar cruzamos la famosa Presa Hoover, la cruzamos por encima por lo que básicamente no la pudimos ver. Durante el viaje se realizan algunas paradas en zonas de recreo y tiendas de souvenirs que vienen muy bien para estirar las piernas o ir al baño.
Comida en Williams, Arizona, viendo los trenes de Grand Canyon Railway
Mas o menos a medio día y con el desayuno ya en los pies la siguiente parada que hicimos fue en Williams, Arizona, un pequeñísimo pueblo conocido por ser el punto de partida del Grand Canyon Railway, al parecer un tren construido para llegar al Gran Cañón desde el mismo pueblo y que llegó a tener una fama enorme. De allí sale el famoso Polar Express, un tren que a pesar de su nombre recorre poco más de 30Km (al menos va hacia el norte) y que opera con vagones y máquinas restaurados de 1920.
Estas locomotoras a vapor se pueden ver justo al lado del buffet Max and Thelma’s donde se dispone de un buffet libre “all you can eat” cuyo precio está incluido en el viaje (15$). La variedad es más bien poca, algo de pollo, arroz, carnes varias, hamburguesas más bien tristes y algo de pasta. Eso si, recetas 100% americanas y con mucha salsa barbacoa. Se notaba a la legua que con tantos autobuses parando a diario la clientela estaba asegurada y por lo tanto la calidad era más bien justa. Pero bueno, comimos algo y además nos guardamos unas galletitas de la suerte.
Cuando terminamos de comer salimos a aprovechar los 15-20 minutos que nos sobraron para acercarnos a las locomotoras que había en la vía al lado del buffet. Su tamaño era imponente y ver aquellas monstruosidades moviéndose a través del desierto tiene que ser espectacular.
Primera parada, Mather Point y Yavapai Point
Ahora si, enfilamos la famosa Ruta 66 para llegar a la primera parada del Gran Cañón propiamente dicha: Mather Point. Allí encontramos el Grand Canyon Visitor Center, aunque no le hicimos mucho caso. Al llegar te encuentras en un parking rodeado de vegetación desértica y a pesar de estar a menos de 100m del barranco que forma el cañón no lo ves. Andas 5 minutos por uno de los senderos perfectamente acondicionado hasta que de repente te das con él en los morros. Es una sensación increíble ver como se acaban los árboles y te encuentras con una caída casi vertical de varios centenares de metros y una línea de visión de varios kilómetros.
Mather Point y Yavapai Point son un punto turístico en el que hay algunos negocios de restauración, hoteles y souvenirs además de unas zonas completamente urbanizadas para el disfrute de toda la familia. Ubicado justo al borde del cañón es un lugar imprescindible para tomarse unas cuantas fotos cuando los centenares de turistas no se te cruzan o están por detrás de ti tapando las vistas. Eso si, las barandillas que te permiten adentrarte hasta el mismísimo borde son una maravilla, si tienes vértigo te vas a marear.
En nuestro tour te permiten estar 3h en el Gran Cañón a tu aire pero tras mas o menos 1h en Mather Point el chofer nos dijo que él hacía la ruta hacia Grand Canyon Village, una zona no muy lejos de Mather Point por lo que nos daban la opción de ir a pie o hacerlo en autobus ya que la partida hacia Las Vegas saldría desde Grand Canyon Village. Así que jugamos un poco con las ardillas, nos hicimos un par de centenares de fotos y subimos al autobus después de ver que en Grand Canyon Village había varias pequeñas rutas y miradores interesantes. Además, el chofer nos chivó que los helados eran buenísimos allí.
Algo que sí puedes hacer es alejarte del mismísimo Mather Point para adentrarte un poco en otros puntos igual o más impresionantes, eso si, por tu cuenta y riesgo. Tras sopesar el sentido de la precaución de Pi y el sentido de la temeridad de Carballo terminamos haciendo una temeridad: llegar hasta el mismísimo borde de un saliente que hay entre Mather Point y Yavapai Point. Vértigo es poco para describir lo que se siente al estar frente a una caída vertical de varios cientos de metros sin ninguna barrera. Pero oye, la foto es impresionante:
Estuvimos haciendo millones de fotos por Mather Point y Yavapai Point hasta que tocó iniciar el siguiente paso en el tour.
Viendo el paisaje en Grand Canyon Village
No nos equivocamos al coger el autobus para ir a Grand Canyon Village porque las vistas eran mucho más espectaculares además de disponer de muchos más servicios. Allí ya nos encontramos sitios con mucho más nivel, desde casas que se podían alquilar hasta restaurantes con más calidad, al fin y al cabo es un pequeño pueblo, aunque nosotros sólo viéramos la parte 100% turística.
Por supuesto, probamos los helados que preparan en el restaurante Bright Angel -es parte del restaurante pero los venden en un self-service separado- y valen mucho la pena. Además de por que el calor puede alcanzar los 40ºC, porque de verdad que están buenos. Tras hidratarnos un poco pudimos pasear por una pequeña ruta por la Bright Angel Trail que se adentraba en el cañón, aunque con menos de dos horas para admirar el paisaje, hacer fotos y andar la verdad es que no dio tiempo a recorrer mucha distancia.
Algo curioso de comprobar es ver como los estadounidenses han mantenido sus tradiciones y han sabido darles la vuelta para que sigan siendo provechosas. Una que nos llamó mucho la atención fue que además de las habituales rutas guiadas a pie (algunas incluso cruzan el gran cañón de sur a norte) había rutas en burro. Efectivamente, te alquilas un burro que te baja y te sube hasta el Río Colorado. Río que, por cierto, está a más de 2200m de profundidad respecto al borde. Puedes hacerte una idea de lo grande que es el tema…

Pilar al final sí se atrevió
Hay un momento en el que miras al horizonte y te encuentras con la misma sensación que en Muir Woods: Eres pequeño. Muy pequeño. Si en Muir la sensación te lo daban árboles de más de 50 metros, en el Gran Cañón lo consigue la imposibilidad de calcular las distancias hasta las cosas que tienes delante. Creo que vimos un gráfico en el que nos indicaban que el horizonte que veíamos estaba a 30km, es decir, entre nosotros y el horizonte había un enorme agujero de 30km de ancho y unos 2000m de hondo.
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El Gran Cañón del Colorado bien merece una visita mucho más extensa porque la cantidad de opciones disponibles para disfrutarlo es brutal, junto a las ya mencionadas rutas guiadas o las visitas con helicóptero o avioneta -que en algunos casos se adentran en los desfiladeros- encontramos por la enorme cantidad de atracciones turísticas basadas en los habitantes originales de la tribus indias Hopi y Zuñi, distintas zonas protegidas o las atracciones modernas estilo Skywalk. Además, hay disponibles multitud de alojamientos como campings, hoteles, albergues o parques de atracciones como el Flintstone’s Bedrock City, basado en los Picapiedra y ya un poco desgastado por el paso del tiempo.
Vuelta a Las Vegas
A media tarde tocaba volver al autobús con un montón de recuerdos inolvidables en la cabeza para volver a Las Vegas, hora prevista de llegada las 21h pasando el Mike O’Callaghan–Pat Tillman Memorial Hoover Dam Bypass Bridge, es decir, el puente que hay frente a la Presa Hoover, aunque por desgracia ya de noche con una oscuridad absoluta rota únicamente por los faros del bus. La vuelta es mucho más corta porque sólo se hace una parada para cenar en una hamburguesería 100% americana. El clásico establecimiento que viene a ser como te esperas una hamburguesería en los Estados Unidos. Juzgad vosotros mismos:

Nos zampamos la hamburguesa como nunca
Un montón de mesas y bancos a cada lado del local y una barra para pedir. Así que nos zampamos aquella hamburguesa que estaba bastante buena para venderse en un pueblo perdido en medio de Arizona y vuelta al autobús. Por cierto, al lado de la hamburguesería había un cargador de coches Tesla, vimos muchos de ellos en San Francisco y fue curioso ver hasta dónde han extendido su red.
Así que tras unas horas de viaje nocturnos empezamos a ver en el horizonte la iluminación de Las Vegas para estar bien puntuales en nuestro hotel donde realmente cansados nos dimos una ducha y nos fuimos a pasear un poco.
Y para terminar el día, un poco de tragaperras
Como habíamos llegado a Las Vegas dos noches antes y pasamos todo un día visitando el Strip no habíamos tenido tiempo de jugar a las tragaperras de los casinos. Sí, pasamos por delante de decenas de ellas pero siempre de camino a algún sitio o simplemente impresionados por la enormidad de los casinos pero yo (Carballo) no iba a quedarme sin apostar un poco por mi propia suerte.
Así que con Pi en la habitación muerta de cansancio me bajé al casino del Mirage y estuve dando vueltas entre las máquinas. Hay muchos tipos con distintas temáticas y precios por partida, desde un céntimo hasta varios dólares (20$ la jugada!). Yo, como inexperto en la materia me hice con una cerveza y me senté en una máquina de temática griega de las de 1 céntimo por jugada. Y allí estuve ganando y perdiendo.
Creo que gasté unos 15$ y estuve allí como tres horas, es decir, uno puede estar allí muuuucho rato y el tiempo se pasa bien rápido entre que ganas unos pocos céntimos y pierdes muchos más. En algún momento llegué a tener más dinero en caja del que había echado pero la ludopatía latente en mí me hizo perderlo todo. Menos mal que me puse un tope y lo cumplí.
Un detalle curioso es que pedir bebida en los casinos mientras juegas es completamente gratuito, un ejército de camareras y azafatas se pasean por todo el casino y sólo tienes que pedírselo a ellas para que vuelvan al cabo de unos minutos, así que me pedí un ron con coca-cola. Ni que decir que por la zona de máquinas a 1ct encontrar una camarera es más bien complicado (incluso usando el botón de “llamar a la camarera” que tienen todas la máquinas) pero supongo que en la zona de 20$ la partida la cosa será mucho más fluida. Momento curioso fue cuando jugando yo tranquilamente a mi máquina metido en mi vorágine por salir rico de Las Vegas a base de céntimos se me acercó una chica a pedirme fuego, yo no tenía pero me siguió dando conversación –ji ji jaja– hasta que me preguntó si me alojaba en el Mirage, le respondí que sí, que mi novia estaba en la habitación. Creo que lo de la habitación no lo escuchó porque en cuanto dije “girlfriend” se largó. Luego me di cuenta de que iba pescando hombres solitarios por todo el casino. You know what I mean.
Y así, con un madrugón importante, una increíble visita al Gran Cañón del Colorado y entre tragaperras y pilinguis terminó nuestro segundo día en Las Vegas, más bien nuestro día en el Gran Cañón del Colorado.